Te quedaste, tan guardado en mi pupila
esperando así llegar hasta mi boca,
y surcaste el breve espacio que aniquila,
el deseo colosal que me desboca.
Te quedaste resguardado en mis hogueras,
te quemé como se queman las pasiones,
tu pudiste desertar de mis trincheras,
preferiste reposar en mis balcones.
Tus desvelos despertaron mis caderas,
te mecí con la dulzura del amparo,
y subiste lentamente mis laderas
con caricias que se entregan al descaro.
Y así fuimos esa luz en los ocasos,
las dos almas que se unían con caricias,
los antojos nos venían con retrasos
disfrutando la sazón de las delicias.
Te quedaste como sombra de mi misma,
tu perfume despertando desazones,
resplandece con mi noche tu carisma,
y en mi vientre me palpitan sensaciones.
Maria de los Angeles
Cubabella