Tengo un hambre de siglos que devora,
apetito voraz de mis anhelos
de beberme la fuente de tus suelos,
en minutos aciagos de mi aurora.
Tengo un hambre de ti que no aminora,
que aniquila el pudor y sus consuelos,
lujuria que se extiende en mis desvelos,
compendio de placer que no se implora.
Una hambruna con sed que se hace eterna,
que navega mi vientre con tu tacto
y mi piel palpitante con cavernas.
Preludio que me evoca tu contacto,
Y tu lengua mordaz que me gobierna
excitada al segundo con el acto.
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