La lluvia va mojando mis orillas,
tan cándida y sutil en su languidez,
se adhiere sobre mí la desnudez
si me cae su efluvio sin sombrillas.
Me detiene y se mojan mis mejillas,
la piel se me resbala como un gran pez,
trasciende de su sobria liquidez
unos versos con letras amarillas.
Y dentro de mi mar de incertidumbres
la lluvia tan tenaz se hace torrente,
al tiempo que dispersa con el viento
sus gotas que no afanan mis costumbres.
dejándome en el cuerpo y en la mente
la dulce sensación de ese momento.
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