Hay un silencio de hojas que me miran:
son voces amarillas sin raíces,
arboles marginados sin encantos
observándome desde su colina.
Hay un silencio con olor a muertos
en los mares de incrédulas ausencias,
vitorean mi nombre por mis sueños
y quisiera acallarlo en mis rutinas.
Hay música de ríos y de avernos,
de abuelos con sus manos en el viento,
surcando los adioses del recuerdo,
estrujando el amor de sus ancestros.
Hay silencios de madrugadas frías,
de besos retenidos con los tiempos,
silencios con remesas de pasiones
y amores que se mueren en un verso.
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