Se fueron sin jinetes mis caballos
cruzando la pradera del estío,
besando el horizonte floridano
dejándome dolor en mis heridas.
Corrieron tan veloces por los sauces,
trotaron entre polvos del olvido
rumiando sus enojos a destajo,
sin odios ni rencores en sus bridas.
Ya solo queda el cántico en el llano,
la polvareda pérfida y el río,
las gratas horas plácidas sin rastro
Lo dulce en la memoria de la brisa.
Se fueron galopando mis
caballos
todavía hoy escucho su estampida.
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