De nada me ha servido despertar madrugadas,
contar las mil ovejas vacío está mi sueño,
que viajó hacia la nada frunciéndome su ceño,
dejándome preguntas que estaban maduradas.
De nada me ha servido si lloro en las miradas,
mañanas de sosiego porque sigo
en mi empeño,
de elevarme a la altura donde el mundo es pequeño
y mis pies descansados dejan lentas pisadas.
Porque creemos absurdos, los
recuerdos diarios
es la voz que perdura por
fracturas pasadas,
y satura silencios que carecen de horarios.
Ya comienza el letargo con sonoras orladas,
mis ovejas regresan cargada de rosarios
y mis ojos se cierran con mis horas sagradas.
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